La odontofobia o fobia dental es un miedo irracional hacia el dentista, la consulta y los tratamientos odontológicos. Este tipo de fobia es más común entre los niños y es una causa por la que muchos pacientes evitan acudir a la consulta. Esto puede tener a largo plazo consecuencias bucodentales muy graves, como el desarrollo de enfermedades periodontales. ¿Cómo superar la fobia dental?
Para poder superar la odontofobia es importante conocer sus causas, aunque puede ser algo muy complejo en función de cada paciente. En general, las causas principales de la fobia dental son el estrés y algunos episodios traumáticos. Pero en muchos casos el paciente no es consciente de estos factores, por lo que la ansiedad es una respuesta instintiva.
Consejos para superar la fobia dental
Hay diferentes claves a tener en cuenta para lograr la superación de este síndrome y poder acudir a la consulta con normalidad:
- Comunicación. La comunicación entre el paciente y el odontólogo es fundamental. La figura del dentista debe generar confianza al paciente. Además, es muy importante tomar conciencia de que acudir al odontólogo con regularidad favorece la salud bucodental. Ayuda a mantener los dientes y las encías sanos y también a lucir una sonrisa estética durante más tiempo y garantiza una buena salud bucodental a largo plazo.
- Regularidad. Es importante no retrasar lo inevitable. Las visitas al odontólogo son necesarias para mantener una buena salud bucodental, o para realizar un buen seguimiento de un tratamiento concreto. Lo mejor es acudir al odontólogo de forma regular, un mínimo de dos veces al año. En ningún caso se debe acudir sólo cuando se note dolor. Establecer varias visitas y programarlas con cierta antelación ayuda a normalizar el hecho de acudir al dentista.
- Información. Otro factor que aporta seguridad al paciente es conocer toda la información sobre el tratamiento. En este sentido, los profesionales de la clínica dental SanCal recomiendan hablar de forma clara sobre los tratamientos. Muchos pacientes creen que los todos los tratamientos son dolorosos, cuando la realidad es que existen técnicas y materiales modernos para conseguir los mejores resultados de forma mínimamente invasiva.
El miedo al dentista es un hecho más común de lo que parece. No son pocas las personas que llevan años sin pisar la consulta del odontólogo, pues solo pensarlo les genera ansiedad. Es un círculo vicioso en el que la elusión del tratamiento dental lleva a un deterioro de la salud dental, con pérdida de dientes, y éste a un sentimiento de culpa y más ansiedad que refuerza, muchas veces por vergüenza, la actitud de evitar ir al dentista.
Los odontólogos son muy conscientes del miedo que sienten sus pacientes cuando van a la consulta y se forman para enfrentarlo. Pero, ¿qué pueden hacer los propios pacientes para evitarlo?. Los expertos hacen algunas recomendaciones en este sentido:
Antes de ir
- Identificar la razón del miedo: es importante reflexionar sobre las causas del propio miedo al dentista y analizarlas con tranquilidad.
- Información: muchas veces, el ir a una clínica dental y solicitar información puede ayudar a resolver dudas. También permite conocer el lugar al que se puede ir y ver cómo los pacientes que salen del consultorio lo hacen con tranquilidad.
- Buscar un dentista o una clínica de confianza: se puede preguntar a amigos y familiares que visiten habitualmente al odontólogo, para que te recomienden uno y te cuenten su experiencia. Incluso se puede visitar la clínica antes de pedir la cita para ver si te inspira confianza. Se puede pedir información, explicándole que sientes miedo al dentista.
- Pedir hora: cuanto antes sea la hora de la cita, menos oportunidades habrá de echarse atrás.
- Prepararse mentalmente: una vez tomada la decisión, hay que evitar cualquier foco de ansiedad o estrés. Lo mejor es salir, dar un paseo, hablar con amigos…
- Pedir a un amigo o familiar que te acompañe: el ir acompañado refuerza la decisión de ir al dentista y facilita la distracción durante la espera.
- La primera visita: la primera consulta del odontólogo suele ser una revisión de la que saldrá un plan de tratamiento, por lo que no habrá ni pinchazos, ni actos dolorosos. Sin embargo, antes de ir conviene definir todo lo que se desea preguntar teniendo en cuenta los propios miedos.
En la consulta
- Decirlo al llegar a la consulta: no hay que sentir vergüenza por sentir miedo al dentista. Muy al contrario. En algunas clínicas hay odontólogos especializados en pacientes con miedo.
- Mientras se espera: lo mejor es abstraerse. Si se va acompañado la conversación permitirá distraerse y no pensar en lo que está por venir. Si se va solo, lo mejor es tratar de distraerse leyendo, escuchando música, haciendo crucigramas…
- Hablar con el dentista: es importante hablar con el odontólogo, pues es el más interesado en que los pacientes superen el miedo. Él sabe cómo tranquilizarlos. Por ejemplo, se puede pactar una señal cuando se necesite una pausa durante el tratamiento, o pedirle que le explique cada paso de lo que hace.
- Antes de salir, más información: como ya se ha indicado, la primera consulta suele ser una revisión en profundidad en la que el odontólogo identifica los problemas que hay que corregir y define un plan de tratamiento del que le informará detalladamente. Es el momento de renovar todas las preguntas sobre los procedimientos que se deben realizar. Si el miedo es al dolor, hay que preguntar pos la sedación. Si el miedo es al coste económico, habrá que preguntar por posibles ofertas, formas de pago, etc. Es importante salir de la consulta con todas las dudas resueltas.
Es normal que el miedo al dentista perdure después de la primera consulta, especialmente si se tiene en cuenta el plan de tratamiento (curetaje, extracciones, ortodoncia, etc.) que exigirá sucesivas visitas, atendiendo a un orden de prioridades. A partir de ahora la información es importante. Pero con una perspectiva diferente. Más que cómo se hace, si puede doler o no, hay que procurar pensar en el beneficio que se va a obtener del tratamiento: una buena salud bucodental, menos problemas a medio y largo plazo, incluso menos visitas al dentista, salvo las señaladas para revisiones y limpieza dental.