Hace algunos años, acudir a una consulta de un dentista era como visitar a un amigo, que, además, era dentista. Salvo que fuera tu primera visita, en cuyo caso estabas siempre un poco más cohibido, era muy normal entrar en un piso normal y corriente -bueno, realmente bastante más grande que la media- con una salita de espera preparada para las visitas y decirle a quien te abría la puerta que habías quedado con Paco o Julia o Emilio -daba igual, en cualquier caso, nunca te referías al profesional por Doctor- para tal o cual hora.
Luego, no era raro que él o la profesional saliera a recibirte y te saludara o te diera dos besos y te preguntaba por la familia, cuyos nombres y circunstancias generales conocía. Casi sin darte cuenta le acompañabas charlando hasta su consulta y lentamente, sin brusquedades, todo ocurría de forma natural, humana, cercana…
En tu vida diaria, cuando salía el tema de los problemas dentales con amigos o familiares, decías que tu dentista era Inés Calvo o María Sánchez, y la recomendabas porque era buena y te gustaba como te trataba.
En un determinado momento, las cosas cambiaron y el amigo dentista pasó a ser un nombre comercial en la puerta, con clínicas semejantes a “naves espaciales” y en las que el centro de todo pasó del paciente a la cuenta de resultados.
Llegaron otras formas de entender a atención bucodental con precios rompedores, en las que hoy te trataba una bata blanca y la próxima vez igual era la misma bata…pero quien la vestía era otra cara, que no te conocía y sólo quería que abrieras la boca.
Volvían a salir las mismas conversaciones sobre salud dental entre amigos y familiares, pero ya no había una persona tras tu comentario, había una marca, a la que tampoco te encargabas de dar publicidad porque ya se encargaba la propia franquicia de machacar su nombre en todos los medios que estuvieran a su alcance.
¿Qué nos ha pasado?
No nos hemos vuelto idiotas, ni hemos cambiado por cambiar. Lo que ha ocurrido es que lo primero, lo de antes, el dentista amigo de trato cercano y personal lo equiparamos con lo caro, lo exclusivo, lo que no está al alcance de todos y la mega-clínica omnipresente en los medios de comunicación casi la asumimos como mal necesario dadas nuestras posibilidades económicas. “Es lo que hay, me gustaría lo primero…pero no puede ser” parece que sea el lamento de muchos.
Bueno, ¡pues sí puede ser! Eso es algo que tuvimos claro a la hora de iniciar el proyecto de SanCal. Pese a que nuestra clínica lleva relativamente poco tiempo en marcha, y que sí, lo admito, tiene un nombre comercial en la puerta el espíritu con el que surge es el de poder volver a recuperar la relación de afecto con el dentista, que cuando entres digas algo parecido a “tengo hora con Sara”.
Confianza y cercanía son términos que se han usado tantas veces para calificar tantos tipos de servicios que ya prácticamente carecen de significado.
En SanCal pretendemos volver a conquistar su verdadero sentido, pero eso es algo que no basta con decirlo, hay que comprobarlo. Ya que tu primera visita es gratuita ¿por qué no te pasas a conocernos?
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